domingo, 18 de abril de 2010

Tierra y pan

Subo pasando dos vigas largas hasta Bolivia llenas de historia y de tierra, sigo con la meta de subir el cerro aunque me inunde ese olor a mierda y a perro muerto, la escalera entre cruces de vaivén de alarmas y sirenas dejan entre ver lo cerca que me encuentro del hospital regional. Cada esquina tiene muros con pasta de cuerpos que las inundan y esa esencia particular entre los niños que juegan a ser más malos que sus orígenes. Los perros me reconocen y no me ladran como a los extraños que nunca suben ni bajan por estas quebradas, mueven la cola y yo los nombro por sus nombres que recuerdo de pendejo. Paso por el frontis de mi familia y ya están tranquilos abajo de donde vivo, en cambio yo subo la expuesta por durmientes y me siento seguro entre mis extraños. En cada escalada se endurecen las piernas y la mirada, no pueden ver debilidad jamás mientras la calle te observe. Esa sensación de tensión en el ambiente me ha llevado a experimentar relaciones humanas que te llevan a pensar en la ambigüedad del mundo que conocemos como justo. Mi "pobla" de donde vengo y lo que soy ahora, por la misma, por saber lo que esta bien y mal, estar arriba y abajo de la línea.

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